La despedida de Raphael  Schutz, Embajador de Israel en España, ha sido noticia en la práctica totalidad de los medios informativos de nuestro país debido a sus declaraciones  expresadas a través de una carta aparecida en la web de la misma Embajada de la que hasta hace pocos días el Sr. Schutz era su máximo responsable. Tal vez sus manifestaciones puedan parecer excesivamente rotundas, pues afirmar que la sociedad española es antisemita y odia a los judíos, puede conducirnos al error y llegar a pensar que el conjunto de los ciudadanos de  nuestro país están en contra de los judíos, de su cultura, de su forma de vida y de lo que es y representa hoy el moderno Estado de  Israel.

 Me permito afirmar que no esto no es exactamente así y, aunque no es menor el rechazo en algunos sectores, también hay muchos ciudadanos que a veces desde el silencio y otros desde posiciones poco publicitadas, creemos  y defendemos todo  lo que representa el mundo judío y el estado de Israel, desde el punto de vista político y cultural. Por consiguiente, prefiero, hacer referencia al artículo del diplomático aparecido en la prensa española bajo el titulo de “Perspectiva y paciencia” que analiza y desmenuza con gran acierto  sus sensaciones tras cuatro años entre nosotros. Destaca que en este tiempo hemos podido conmemorar el 25 Aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre España y Israel y esto naturalmente nos lleva a reflexionar  al respecto de que una cosa son las relaciones entre estados y gobiernos y otra muy distinta el conocimiento y la relación entre sus gentes.

 En el caso de los judíos, los 500 años que nos separan de aquel desgraciado y aciago acto de expulsión de nuestros conciudadanos, por el hecho de profesar otra religión y tener unas costumbres diferentes, ha comportado que, curiosamente, resulte más difícil el reconocimiento de esa parte de nuestra historia. Queramos o no,  desde las prácticas inquisitoriales a los postulados  políticos  de la reciente dictadura franquista, con llamadas al castigo a todo aquello que pudiera formar parte de la  conspiración “judeo-masónica”, han dejado una huella más profunda de lo que parecería a primera vista y de la que deberíamos desprendernos totalmente lo más pronto posible.

 Sin duda, como manifiesta el propio embajador, Israel es un país que tiene sus propios conflictos. La relación con el pueblo palestino y como encontrar el difícil camino hacia una paz duradera que ofrezca garantías de seguridad al estado de Israel y el reconocimiento al derecho de una patria palestina, es un reto en el que hay que poner todo el empeño, pero desde la sinceridad, la honestidad, sin apriorismos de aquellos que desde su casa, en el cómodo balneario europeo y realizando algún “tour marítimo solidario”, tienen la solución para esa zona del Mediterráneo y nada tienen que decir sobre otros conflictos muchos mas graves , como el que acontece en la zona de Darfur, en Libia, en Siria, en el Yemen, en otros países centro africanos donde se mata diaria e impunemente cientos de personas, por no referirme al régimen extremista religioso de Hamas, presente en la franja de Gaza que, siguiendo la ley de su dios, ejecuta a todos sus disidentes, a todos aquellos que no aceptan sus principios fanáticos y dictatoriales.

 Las posiciones y las decisiones del gobierno de Israel no siempre son acertadas y en este sentido el Sr. Raphael Schutz defiende la necesidad de crítica a todas aquellas decisiones que un gobierno democrático pueda tomar. Yo no comparto algunas de estas decisiones, como tampoco las comparte una parte de los ciudadanos israelíes, pero cuestionar genéricamente y sin matices todo lo que proviene de este país es de un desconocimiento impropio que debería invalidar llevar a cabo tales valoraciones, a no ser que sean fruto de los esteriotipos propios de campañas  organizadas anti israelíes  o anti judías  y de las que, queriendo o no,  acabamos formando parte.

 No conocemos el verdadero Israel, dice el diplomático. Pues es cierto. Deberíamos saber que hablamos de un país parecido al nuestro, una sociedad de costumbres y hábitos de vida occidental, mezclada como no puede ser de otra forma de influencia oriental, árabe, rica en matices que forman parte de la multitud de pueblos que conviven en ese territorio.

 Israel es una potencia económica mundial, como resultado de su trabajo y esfuerzo, y lejos de los clichés infantiles de las ayudas exteriores, es el segundo país en numero de patentes del mundo, el que tiene mas empresas cotizadas en el NASDAQ después de los EEUU, y todo ello fruto de su altísimo nivel tecnológico y científico y de su cualificado modelo universitario, un éxito económico que ya quisiéramos para nosotros.  Ni que decir tiene que también estamos hablando de un referente cultural mediterráneo de grandísima calidad y riqueza. Como dice, Raphael  Schutz,  ¿porque los numerosísimos  y diferentes corresponsales de los medios de comunicación destacados en la zona  no explican la existencia de todo ello y sólo nos transmiten los episodios de violencia.

De conocer mejor esta realidad, los ciudadanos españoles tal vez podrían tener una percepción más plural, diversa, no deformada y sin duda facilitaría que esa sensación que se lleva el que ha sido el representante del Estado  de Israel en los últimos cuatro años, de ser poco amigo de lo judío y del pueblo de Israel,  fuera diferente.

 Josep A. Burgasé Rabinad

Vice President de l’ARCCI – Associació de Relacions Culturals – Catalunya –  Israel.